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© manolo berjon 2016  - deshechos de madera para "rellenar las calles". Masusa: puerto de iquitos

LA INUNDACIÓN QUE SE VIENE

Publicado: 2016-02-22


Los relatos de los jesuitas de los s. XVII y XVIII notifican las crecientes de los ríos amazónicos y cómo los indígenas estaban adaptados a las mismas: transformación de la yuca en fariña o casas sobre pilotes, por citar únicamente dos de sus características principales. De vez en cuando aparecen discursos de no permitir que la gente construya su casa en lugares inundables o de expulsar a los moradores de estos terrenos. Ahora bien, no todo es como parece.

Masusa es el puerto de Iquitos. En él viven miles de personas en torno al puerto. A diario desembarcan lanchas con productos de los ríos amazónicos y de Lima, vía Pucallpa y Yurimaguas. Sin embargo, la gente que vive en los asentamientos humanos de Masusa es humilde. Muchos de ellos provenientes de los diversos ríos amazónicos conformando unos “asentamientos multiétnicos”. Se recoge la basura en la calle central, pero en las calles adyacentes hay toneladas de basura en las calles y bajo las casas. No parece preocupar a las autoridades.

En torno al cambio de milenio, la gente se fue asentando en estos lugares. Invadieron los terrenos donde habían sembrados cedros y otros árboles y construyeron sus casas. Los primeros años respetaron los caños y los limpiaban. Pero a medida que se fue incrementando la población fueron tapando los mismos. Esto provoca que la creciente sea más intensa y dure más tiempo, dado que el agua, una vez que entra, no puede salir. La consecuencia es muy simple: quedan cochas por todos lados para solaz de los zancudos. Esos zancudos que transmiten malaria, dengue y el temido zika.

“Nada nuevo bajo el sol” que decía el Eclesiastés. El Estado, vía los municipios, no acondiciona el terreno para que la gente viva con dignidad. La gente invade. No se respetan los caños. La inundación es más grande. Las autoridades miran para otro lado. Cuando el mal ya está hecho, aparecen las autoridades por la presión de la gente. Sólo les queda apoyar con tablas para hacer puentes. Pero ni se les ocurre garantizar un sistema de desagüe que posibilite vivir con dignidad.

Las autoridades prefieren hacerse la foto donando tablas para los puentes antes que financiar un sistema de desagüe adecuado. No faltarán ONGs que se apunten, sin preguntar cómo es el “desordenamiento urbano” que provoca estas situaciones. Para mayor gracia, el Estado se inhibe y los moradores de los asentamientos se pelean entre ellos: si tú levantas la calle, yo me inundo. (Están levantando las calles con desperdicios de las madereras con permiso, autorización y bendición de las autoridades). Y las peleas suelen ser con palos. A ver quién es el bonito que se mete en el medio.

Medellín pasó de ser una de las ciudades más violentas del mundo a una más habitable, entre otras razones, integrando a las poblaciones marginadas a través de un sistema de cable-metro. Mientras en Iquitos no se integre a la población humilde, muchos de ellos indígenas, tendremos el caldo de cultivo propicio para todo tipo de violencias.

La inundación, actualmente, lejos de estar integrada en la vida, genera condiciones más inhumanas. Si taponan los caños la inundación será más grande y durará más, dado que cuando baje el río no podrá salir el agua retenida por el taponamiento de los caños. Las autoridades en lugar de sanear el territorio, como es su obligación, se dedican a silbar.


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