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© MANOLO BERJON 2015

SILBAR

Publicado: 2015-10-25


Cada silbido es diferente. En el curso bajo del río Marañón, es una forma de comunicación importante. Dependiendo del contexto significan cosas diferentes. Un silbido en una playa puede ser un signo de llamada. Si estás en la chacra, pueden pedir colaboración. Entre enamorados es una señal de visita, tal vez, furtiva. Un niño puede imitar el silbido de su padre antes de aprender a conversar. Hay padres que se comunican con sus hijos con un silbido. Los niños son capaces de diferenciar el silbido de su padre del de otras personas. E incluso puede diferenciar cada silbido de su padre para comprender si está alegre, cansado, triste… El silbido establece una comunicación entre personas que se tienen afecto.

Cada cultura maneja códigos diferentes en torno a la conversación. En muchas oportunidades se esperan cosas diferentes del diálogo. Para muchos, es la posibilidad de ponerse de acuerdo. Ceder ambas partes para llegar a un pacto beneficioso para todos. La misma conversación no está exenta de relaciones de poder. Reconocer los propios intereses, percibir las asimetrías y tratar de corregirlas ayuda a mantener una conversación más equitativa.

Los kukama entienden la conversación como una “lucha” entre varias personas. Quien calla, otorga. El silencio es comprendido como una falta de respuesta, signo de debilidad y una forma de mostrarse vencido. En la conversación se aprende del otro. Pero no es un aprendizaje neutro. Aprender del otro implica saber más que el otro, estar por encima de él. Quien se deja convencer se somete a los argumentos del otro, se comporta como un peón. Quien convence se comporta como un señor, como dueño. Las valoraciones sobre quién ha ganado la conversación pueden ser diferentes, depende de los ojos que lo miren. Diferentes ideologías del lenguaje.

En situaciones afectivas el silbido es muy apreciado. La conversación es una forma de adquirir conocimientos o de brindarlos al contrario. No es neutra. Es una lucha por el control de los conocimientos. O me hago más fuerte o me debilito, no hay término medio. No hay punto muerto.

En ocasiones es mejor ir “a silbar al río”.


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